Creencias indígenas
de los volcanes
&
El origen de sus
nombres.
Los
volcanes, las altas cumbres nevadas y el fuego que contienen en su interior,
han desempeñado un papel importante en la cosmovisión de los pueblos indígenas que
han habitado en el Altiplano Central de todas las culturas indígenas desde
tiempos inmemoriales en américa.
Así, se ha sugerido que la primera deidad
importante que los pueblos de las cuencas y faldas de las cordilleras eran
considerados los ancianos del dios del
fuego, en clara referencia al vulcanismo como fuerza amenazante de la
naturaleza así Los volcanes eran concebidos como personas claramente
diferenciadas en cuanto a su sexo, eran hombres o mujeres..
El
Chimborazo.
Según diversas opiniones es un
volcán apagado, cuya actividad se remonta a muchos siglos atrás. Este volcán,
conocido también como “El cíclope de Los Andes”, tiene la altura de 6.310
m.s.n.m., siendo la parte ocupada por la nieve de 2.220 metros
El
Tungurahua
Es un demonio malévolo e infernal para
incontables nativos de la Amazonía; para los indígenas tungurahuenses y
chimboracenses es una diosa, pero que castiga a las criaturas de sus dominios
–cuando está con coraje– con el estiércol de sus evacuaciones eruptivas.
Imbabura y
Cotacachi
Imbabura Urcu es el cerro
protector masculino, de carácter sagrado, de la región de Imbabura. Su nombre
es Taita (Papá) Manuel Imbabura. Es un hombre grande y viejo, un sombrero
grande cubre su cabeza blanca. Frente a él está el volcán-nevado Cutacachi.
Cuyo nombre proviene del verbo cutana: "moler, triturar, desmenuzar,
pulverizar; piedra de moler", y de cachi: "sal"; puesto que en
el Cutacachi hay gran cantidad de sal. El Cutacachi Urcu es el cerro protector
femenino, de carácter sagrado, de la región. Su nombre es Mama María Isabel
Cotacachi, una mujer ya entrada en edad.
Pichincha
Pichincha.
Por el momento es difícil
encontrar el significado de la palabra Pichincha. Según Aquiles Pérez (“Quitus
y Caras”, Quito, 1960) la etimología del nombre de este macizo volcánico se
derivaría del Colorado: “pi, agua o río; chin de chino, llorar; cha de charri,
bueno: bueno que hace llorar con agua”. Si este significado es válido, es clara
la analogía con la concepción de que las cumbres de las montañas, como centros
de los nublados que producen las lluvias y sus flancos como lugar de origen de
los manantiales, son fuentes de vida y fertilidad. El volcán Pichincha pudo
haber sido considerado “dios o diosa de la lluvia”.
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